jueves, 3 de julio de 2014

10.000 km: FRAGMENTOS DE UN AMOR FRAGMENTADO.

Es así como Carlos Marquet-Marcet define su Ópera Prima, la cual estuvo muchos años en desarrollo (especialmente en la escritura del guión) y que se ha convertido en una de las películas españolas más comentadas de los últimos meses, no sólo por los premios obtenidos en el Festival de Málaga (Mejor película, director y actriz) y el SXSW de Austin (Mejor actor y actriz), sino por representar una manera eficaz de hacer buen cine.


Desde la primera secuencia podemos ver el intento del director catalán por adentrar al público en una historia ya vista en otras ocasiones pero que podía ser tratada de una manera diferente. En ella conocemos a Alexandra y Jordi, una joven pareja en busca de un hijo que pueda consolidar su longeva relación. Esta idílica situación es rota cuando ella recibe un correo electrónico, informando que ha ganado una beca para estudiar en la lejana ciudad de Los Ángeles. Al ser rodada en un cuidado plano secuencia, la identificación con el espectador es mucho más efectiva, logrando además cierto aire de pertenencia en el espacio fílmico, algo básico para el tipo de historia que estamos a punto de vivir.


“Al ser rodada en un cuidado plano secuencia, la identificación con
el espectador es mucho más efectiva, logrando además cierto aire
de pertenencia en el espacio fílmico, algo básico para el tipo de
historia que estamos a punto de vivir”


¿Qué nos cuenta Marquet-Marcet? Bajo el tapiz comercial de la “historia de amor”, encontramos a dos personajes que tratan de sobrellevar el vacío emocional generado por su obligada separación, intentando que una sesión de Skype o Whatsapp pueda reemplazar los detalles que hacían de sus mañanas tan especiales. Lavarse los dientes de manera cómplice o compartir un juguetón desayuno son algunos de esos momentos, ambos logrados con una tremenda naturalidad, lo cual nos habla de un buen trabajo de planificación, pero uno mejor de interpretación.




Natalia Tena (Alexandra) y David Verdaguer (Jordi) cumplen la compleja misión de protagonizar la cinta desde el primer hasta el último fotograma, cada uno pasando por etapas diferentes al hacerse la separación efectiva: La emoción e incertidumbre de Alexandra, naturales ante una nueva experiencia, contrastan con la desidia de Jordi, quien al quedarse en el piso que ambos compartían en Barcelona es preso de los recuerdos y la inseguridad.


“La emoción e incertidumbre de Alexandra, naturales ante una nueva
experiencia, contrastan con la desidia de Jordi, quien al quedarse
en el piso que ambos compartían en Barcelona, es preso de los
recuerdos y la inseguridad”


Todas estas sensaciones son presentadas bajo un montaje episódico, otorgando un ritmo pausado y digerible a la película, evitando que se pierda expectativa por la situación de ambos personajes a medida que avanza la historia. Para complementar esto, es importante mencionar el Diseño de Arte, logrando que el departamento angelino de Natalia pase de ser un lugar pequeño y desolador a un espacio con vida propia y que permita suponer las intenciones del personaje.



En tiempos donde la tecnología ha reemplazado los detalles más mundanos,  ¿Es posible sostener una relación a distancia? Aquí no se plantea el problema de la separación física, sino el hecho de que ésta haga que dejemos de conocer a nuestra pareja, algo muy bien representado en la secuencia final, donde vemos que entre Natalia y Jordi ya no hay 10.000 km. Ya no hay nada.